La Musicoterapia es definida por la American Music Therapy Association (AMTA) como el “uso clínico y basado en la evidencia de la música, en una intervención para lograr resultados individualizados dentro de una relación terapéutica, por un profesional acreditado que ha realizado y concluido un programa de Musicoterapia” (http://www.musictherapy.org/). Esta propuesta práctica y teórica se ha ido consolidando en las últimas décadas como oferta complementaria de otras intervenciones terapéuticas o como intervención única. Son variados los ámbitos en los que actualmente se desarrolla, como son hospitales, servicios sociales, enseñanza, aplicándose también en cualquier franja de edad y en diferentes necesidades, citando por ejemplo geriatría, oncología,enseñanza especial, salud mental y un largo etc. Su buena aceptación tanto en los usuarios como entre otros profesionales y sobre todo su utilidad, adaptación y logro de resultados ha permitido un crecimiento lento pero constante, resultando cada vez más familiar el nombre de Musicoterapia.
Progresivamente van aumentando los países que crean asociaciones nacionales, regulan la profesión, homologan y mejoran la formación y en definitiva construyen la estructura necesaria para incorporar la Musicoterapia al mundo profesional como una propuesta más, con igual garantía y rigor que el resto de intervenciones científicas. Países como Estados Unidos, Argentina, Israel, Alemania, Inglaterra y otros han contribuido con numerosos profesionales, experiencias, publicaciones e investigaciones a divulgar, dar a conocer y consolidar la Musicoterapia.
Todo ello ha incentivado también la difusión y prueba de propuestas prácticas de Musicoterapia en el ámbito concreto que nos ocupa, las drogodependencias. Para informar sobre este asunto realizaremos una breve mención de algunos artículos situados en la base de datos de la Asociación Americana de Psicología, Psycinfo, tomada como referencia por la cantidad y calidad de documentos disponibles sobre el ámbito profesional de la psicología y la terapia (León y Montero, 2003).
Todavía son escasas las propuestas que han desarrollado intervenciones en drogodependencias con Musicoterapia. Uno de los pioneros fue Andrew Miller, cuando en 1970 realizando actividades musicales como tocar instrumentos y cantar notó que ayudaba a los pacientes aislados a participar e integrarse en el grupo (Miller, 1970 en Dingle, Gleadhill y Baker, 2008). Posteriormente, en la misma dirección se realiza una intervención similar basada en actividades de enseñanza musical que facilitan a los pacientes la integración en el grupo (Brooks, 1973 en Dingle et al., 2008). Estas son de las primeras referencias publicadas de Musicoterapia en drogodependencias, coincidiendo con la opinión de Darlene Brooks (2003), en la que afirma que en 1973 se publica el primer artículo de búsqueda bibliográfica sobre Musicoterapia en adicciones. Otras investigaciones posteriores destacaron la influencia que tenía la práctica de actividades musicales igualmente en la disminución del aislamiento social de los pacientes con trastorno por adicción (Murphy, 1983, Soshensky, 2001, en Silverman, 2003). A medida que se fueron especializando y controlando estas experiencias se realizaron intentos de operativización de las mismas, hallando inicialmente como indicativo de los objetivos logrados en las sesiones de Musicoterapia el tiempo real que se pasa realizando una tarea (Ward, 1996. Silverman 2003), definición construida en contraste con el tiempo que se pasa dentro de una sesión como mero espectador, sin participar. Esto ha significado una aportación interesante, ya que una de las principales dificultades en la investigación en Musicoterapia es la ambigüedad existente en definir las características que hacen a la Musicoterapia una intervención efectiva, pudiendo ser utilizado el “tiempo en la tarea” como un indicador objetivo del logro de efectividad. Para ir concretando estos asuntos, Mays, Clark y Gordon (2008) consideran que en el tratamiento de drogodependencias la Musicoterapia ha sido usada generalmente como intervención complementaria a otras psicoterapias, identificando como los objetivos generales más frecuentemente propuestos los que siguen: aumentar la autoestima positiva, la motivación, la socialización y comunicación, mejorar la expresión emocional adecuada, controlar la relajación y mejorar la capacidad de afrontamiento de problemas. Según los mismos autores tampoco hay consenso en la forma de aplicar y desarrollar en la práctica la Musicoterapia, hallando en la literatura sobre el asunto 5 grandes formas de aplicarla, (Bednarz y Nikkel, 1992, en Mays et al. 2008): discusiones sobre música, enseñanza de la música, grupos de música, audiciones y expresión musical. Dentro de las cuales se podrían encontrar cualquier técnica específica, por ejemplo componer una canción y su letra, actividades estructuradas de expresión emocional con música, tocar instrumentos recreando una canción o improvisando, etc. En drogodependencias se ha utilizado con más frecuencia la audición y tocar instrumentos en grupo (Mays et al., 2008). La abundancia de descripciones y narraciones sobre el tema e investigaciones no operativizadas añade falta de concreción, ya que son muy diversos los abordajes realizados. No existe consenso en cuales son los resultados esperables en adicciones tras una intervención con Musicoterapia, por ejemplo no se encontró en la revisión de la literatura alguna investigación sobre la reducción del consumo o la continuidad de la abstinencia (Mays et al. 2008).
En resumen, de algunas experiencias clínicas de intervención con Musicoterapia en drogodependencias, podemos destacar los resultados positivos en la facilitación de la integración en grupo, la disminución del aislamiento social, el tiempo real en tarea como indicativo de acción en el aquí y ahora y las técnicas activas como las más usadas en este ámbito.
Por otro lado, la mayoría de investigaciones y tratamientos están de acuerdo en que la intervención en drogodependencias es un proceso dinámico y global que abarca cualquier aspecto de la persona, desde la genética y el pensamiento hasta las emociones, conducta y entorno social. Cualquier intervención sobre algunos de estos aspectos puede contribuir a lograr resultados y reducir o anular el abuso de sustancias (Weaver, 1996).
Para concluir afirmaremos que en unos servicios profesionales de atención al drogodependiente en continua actualización y modernización, experiencias innovadoras y orientadas a resultados en las
que se pueden incluir la Musicoterapia contribuyen a lograr el objetivo último de cualquier intervención, personas libres de adicción y dueñas de su vida.
Hola Alicia: me parece muy interesante el gran abanico de posibilidades que ofrece la música a nivel terapéutico y que lo difundas desde este blog.
ResponderEliminarMe encanta Alicia...el tema me ha parecido novedoso e interesante.Ha sido una gran idea dar a conocer que los efectos de la música son ilimitados.
ResponderEliminarAnímo con tu blog.
Un saludo.